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Octubre 2013.
Cuando el amor habla
Paco Bautista, SMA
 

¿Qué tienen que ver entre sí Vélez de Benaudalla, el aeropuerto Charles de Gaulle, la capital de Benín, Segovia, o la tribu de los baribá?

¿Qué hilo conductor puede haber entre un asesinato pasional en un pueblo de Andalucía en las primeras páginas del libro y las escenas dramáticas del secuestro de uno de los protagonistas en las finales?

¿Qué proceso de cambio tiene que darse para que al publicista que conocemos en el inicio trabajando en Madrid en una empresa de marketing le encontremos al final del libro decidido a ser misionero laico?

Más allá de la ficción narrativa y de sus peripecias, se adivina una pasión por África y sus gentes que nace de la indudable vocación misionera del autor; por eso se aprovecha cada episodio del libro para poner en contacto al lector con hombres, mujeres y niños muy lejanos en la distancia para convertirlos en cercanos al entrar en contacto con sus costumbres, paisajes y tradiciones. Y esa resulta ser una preciosa manera de contagiarnos algo de su pasión misionera.


 

ENTREVISTA AL AUTOR

—Paco, ¿qué te motivó para escribir esta novela?
Surgió como una necesidad, como una urgencia incluso. Era un relato que tenía dentro, que me quemaba. Lo quería dejar en el papel para poder transmitirlo. Escribí compulsivamente durante casi dos meses y medio, día y noche, durmiendo muy poco. Simplemente quería decir fuerte y claro que el amor es posible, que los valores del Evangelio y de la Palabra de Dios se pueden vivir, que no son ninguna quimera.

—¿Qué has querido transmitir con ella?
Que el amor tiene poder, un poder inmenso, más del que creemos. El amor tuvo poder en Jesús de Nazaret y lo sigue teniendo en nosotros. Desde el amor se perdona, se vive en clave de entrega, de servicio. Desde el amor se puede ser muy feliz, aunque los obstáculos y las dificultades sean mayúsculas. Eso y muchas más cosas, que irá descubriendo el lector, he querido decir en mi relato.

—Preséntanos a los personajes.

- Eutimio: creo que es el personaje central, el eje en torno al cual giran los discernimientos paralelos de los jóvenes Rubén y Marina. Es un hombre de Dios, de una fe profunda y enamorado del Evangelio.

- Rubén: joven brillante que tiene la osadía de afrontar su pasado doloroso, de romper con la sociedad de consumo que lo aturde y lo desorienta. De la mano de Eutimio, su antiguo párroco, inicia un proceso de discernimiento que da sentido a su vida.

- Marina: Es una chica guapa, joven, alegre, inteligente, sensible. Le gusta contar cuentos y escribir. Su debilidad son los ancianos y los enfermos. La relación con Rubén y el discernimiento que hace con Eutimio le cambia la vida.

- Carlos Aizcorbes Santamaría: es el misionero sma que hace descubrir a los anteriores personajes la pasión por África y la primera evangelización, primero en Benín, luego en Níger.

- Después aparecen personajes secundarios como los padres de Rubén (Santiago y Clara) o de Marina (José Antonio y Marisa), que de forma discreta, desempeñan también su papel en la trama d la novela. Tampoco olvidamos a Olga y Fulgencio, los padres de Eutimio.

- Por último, los últimos personajes secundarios aparecen al final, todos misioneros en Níger: Onofre Calle, Alejandro Lupi (Italiano) y Paul (francés), obispo de Niamey.

—¿Qué te habían aportado cuando llegaste al final?
Terminé la novela llorando, muy emocionado. Cada uno de los personajes me ha aportado un matiz, un color, una textura, una nota diferente del único AMOR. Me han hecho comprender que el amor es posible, que la Palabra de Dios tiene mucho que decirnos. Sin ella se puede vivir, sí, pero con ella la felicidad se puede rozar con los dedos, y notas que el corazón te late al ritmo de la vida, con el fuego del Espíritu te quema, y que ya nada te para, para lanzarte a la Misión. Todo eso sentí cuando terminé de escribir la novela el 22 de diciembre de 2012. Pensé: “A mí ya me ha tocado el gordo de la lotería” Y este premio quiero compartirlo con cuantos lo deseen, con cuantos quieran leer la novela.

—Danos algunas razones para animarnos a leerla.
Creo que el relato ayuda a ver otros valores que la sociedad actual, tan secularizada, tan tecnificada, se empeña en presentarnos como únicos: ganar, vencer, triunfar, conseguirlo todo ahora y ya… eso es lo que se lleva, lo que se impone. El fracaso es lo peor que nos puede pasar, nuestra sociedad no se tolera. En la novela, al contrario, presento otros valores que nos pueden realizar como seres humanos que somos: el discernimiento, la lucidez, la entrega, el servicio, la gratuidad, el amor desinteresado. Como dice uno de los personajes: “No vale la pena vivir para ganar sino para hacer lo que la conciencia te dicte”. Nada más que por asomarse a estos valores vale la pena leer el libro.

—Dinos una última palabra sobre la portada.
Para mí la mano abierta siempre fue importante, simboliza el AMOR, siguiere recibir, aceptar, dar, ofrecer, compartir... Cuando el amor habla todo eso es posible... incluso el perdón y la entrega, porque Dios (el sol de fondo) está e ilumina nuestras sombras si nos dejamos iluminar. Los personajes fueron capaces de afrontar la aventura de dejarse iluminar por él, de dejar que él los hiciese con su Palabra. Por eso los colores son tan vivos. Dios los cambió. Ellos vieron en su luz una nueva luz para afrontar el camino no exento de dificultades. Los personajes comprendieron que las cosas pueden ser de otra manera, que los valores existen y se pueden vivir... "cuando el Amor habla".


Presentación de la portada por la autora, Rosa García  
La imagen de la portada no tiene un significado único. Está pensada para que cada lector la dote de sentido propio. Representa un "tapiz de muchos colores" como dice el prólogo, donde se entrelazan lugares y personajes, tramas afectivas y valores, episodios dramáticos y cuentos africanos, y arriba de todo la presencia divina. El trazo es deliberadamente expresivo y natural, como el amor. Hay quien verá en el dibujo el amor de Dios hacia el hombre, el del hombre hacia Dios, o que cuando el amor habla nos hace tocar el cielo, nos hace aspirar a más, nos hace crecer, querer compartir. Los colores son vivos, vibrantes, lo iluminan todo y le dan sentido, como el amor cuando habla.